Los auténticos ortodoxos se disfrazan
Asistimos como sociedad a una violenta ofensiva de quienes hablan de un presunto "ocaso del modelo".
Por:
Juan Carlos Junio
En 2003, nuestro país transitaba una realidad compleja por donde se la mire, como consecuencia de la pesada carga económica y social recibida de la época de la convertibilidad. A partir de ese momento, las políticas implementadas estuvieron sustentadas en una clara impronta de ruptura con el modelo neoliberal y en la construcción de un Estado cada vez más activo, que recuperara el poder de decisión y regulación de las variables económicas para reducir los indecentes niveles de desempleo, exclusión y pobreza. Este camino recorrido expresa un modelo que apuntó principalmente a distribuir riquezas y a generar transformaciones con un claro sentido de progreso en materia de derechos sociales y culturales.
Para ello fue necesario desoír y rechazar abiertamente los consejos ortodoxos del establishment, local y extranjero, así como los provenientes de los organismos de crédito internacionales. Aquellas orientaciones, que además adquirían un verdadero carácter admonitorio, en los hechos imposibilitaban romper el círculo vicioso del endeudamiento y la caída de la actividad interna, derivaciones lógicas e inevitables de esas políticas, que actualmente sufren en carne propia los pueblos de la periferia europea.
De hecho, lo que desde una mirada actual parece una decisión simple, fue toda una definición política, a la luz de las dificultades de todo tipo que planteaba aquel contexto, no sólo porque se atravesaba una situación social desquiciada, sino también porque plantársele de frente al consenso de ideas dominante significaba una fuerte ruptura y requería de una firme determinación, habida cuenta de la correlación de fuerzas en aquel momento. Pero los hechos demostraron que esta era, a la inversa de lo que planteaba el pensamiento único, la manera de llevar adelante una estrategia de mejora sustancial de las condiciones de vida de nuestro pueblo.
En esta clave de puja permanente por los recursos económicos y por las definiciones de las políticas públicas, asistimos como sociedad a una discusión de profundas implicancias a futuro. La misma se encuentra impregnada por una ofensiva de quienes hablan de un presunto "ocaso del modelo", apuntando a negar y desacreditar los objetivos y los logros alcanzados durante la última década. Montada sobre la falsa idea de construir una sociedad "menos conflictiva", esta visión pretende congelar todo debate en torno a los parámetros fundamentales que guían una distribución de la riqueza que debe continuar profundizándose a favor de los sectores más necesitados. Ese pensamiento es esencialmente conservador, ya que supone que no se corra el velo que cubre el sistema de privilegios de que gozan los sectores más ricos y concentrados de la sociedad.
El debate nos conduce a la clara percepción de que no se debe sucumbir a los cantos de sirena que apuntan a desactivar las políticas de inclusión social. Es en el tema fiscal donde hoy se juega gran parte de la definición de las políticas públicas. Pro.gre.sar, Pro.cre.ar, la AUH y las actualizaciones de jubilaciones, constituyen elementos decisivos en torno a la vigencia de los objetivos del modelo. En última instancia, los grupos de la derecha conservadora y los grandes medios que la expresan, plantean lo mismo de siempre: mejorar el resultado de las cuentas públicas achicando el "gasto social". Todo lo demás vendría por añadidura, como si fuera un designio divino. Esta fórmula ya fracasó, a pesar de lo cual los presidenciables como Massa, Macri y los socialdemócratas conservadores –y sus voceros–, reiteran la misma línea de los noventa, con nuevos envases y etiquetas de diversos colores.
La actual fase de gestión gubernamental se enfrenta a fuertes disputas en el plano de la fijación de precios y en la órbita cambiaria. En este último caso derivadas de un problema nodal como es la consabida restricción externa, sobre la que luego se montan especuladores y torneros del humor social, agitando los fantasmas del miedo y la zozobra con el objetivo de minar en la sociedad el apoyo a las bases que sustentan el proyecto político antineoliberal, distribucionista y latinoamericano vigente en nuestro país.
Para ello, suelen recurrir a un supuesto "giro hacia la ortodoxia" del gobierno, argumento que desvirtúa la realidad y el verdadero sentido de los hechos. Uno de los aspectos aludidos tiene que ver con la devaluación del tipo de cambio, olvidando deliberadamente que, sobre la cotización del hoy adormecido dólar ilegal, los defensores de los mercados "calculaban generosamente" un dólar oficial a 12 o 13 pesos. No dicen que de estar en el gobierno ellos hubieran eliminado todo tipo de control de precios, lo cual, tras la devaluación de enero, ciertamente hubiera significado un golpe terminal para el poder adquisitivo de las clases populares. Eso es lo que hicieron siempre: "libertad de precios" ¿Y, acaso también es ortodoxo el fomento de las paritarias libres, una herramienta clave para defender y mejorar los ingresos y el consumo de la población? Las discusiones paritarias serán una vez más, igual que desde su reimplantación por el entonces presidente Néstor Kirchner, un instrumento vital para que los trabajadores, la gran mayoría del pueblo, sostengan y superen su nivel de ingresos frente a las corporaciones formadoras de precios.
Los hacedores de la escalada mediática también critican la quita de subsidios centrada en las clases más pudientes y excluyendo a los más vulnerables. No reparan en que los fondos que se ahorren se destinarán a programas sociales. La incertidumbre que tratan de instalar las derechas políticas y corporativas alrededor de la coyuntura actual plantea un escenario amenazante que apunta a desgastar al gobierno democrático, con el objetivo no manifiesto de que llegue exhausto a 2015 y, consecuentemente, concluir en que no haya otra alternativa que desandar el camino actual.
Un enfoque en perspectiva requiere valorar y defender los innumerables logros económicos, sociales y culturales y, a su vez, identificar los desafíos por todo lo que falta, de forma tal que sigamos corriendo la vara hacia un norte de distribución del ingreso cada vez más igualitario, sosteniendo también nuestro lugar en el mundo junto a los pueblos de América. Ninguno de estos nobles objetivos figura en los planes de quienes se disfrazan de renovadores pero en realidad son auténticos ortodoxos de la derecha vernácula. -
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