domingo, 2 de marzo de 2014

La violenta clase media Artículo | Marzo 2, 2014 - 8:11pm | Por Clodovaldo Hernández



Periodista venezolano, Clodovaldo Hernández. (Foto: Archivo).
YVKE Mundial / Clodovaldo Hernández
¿Cuál es el aspecto más preocupante del actual conflicto venezolano? Cada quien tendrá su respuesta, pero considere usted la siguiente aunque sea por dos minutos: lo más preocupante es que la gente que ha tenido -y tiene- una buena vida, educación, oportunidades, una herencia religiosa, valores familiares y hasta privilegios y lujos se ha tornado en la vanguardia de lo irracional, de lo violento, de lo destructivo, de lo inhumano.
No pretendo postular un enfoque comeflor. Lo peculiar de nuestro conflicto no es que los ricos -para decirlo de un modo genérico- apelen a la violencia. Eso ha sido así desde que el mundo es mundo. Fue violenta la esclavitud, fue violenta la colonización, fue violenta la Revolución Industrial, ha sido violenta la historia del capitalismo, que ya lleva dos guerras mundiales y una infinidad de conflictos regionales y de pueblos sojuzgados y saqueados. En la actual coyuntura, no es entonces sorprendente que sean los líderes opositores que pertenecen a la oligarquía (de verdad verdad, pues allí hay mucho impostor y mucho autoengañado) quienes lleven la voz cantante en esta etapa de sangre y fuego, literalmente hablando. La violencia es la naturaleza de las clases dominantes, solo que en la mayoría de los países pueden ejercerla desde el gobierno y acá se ven obligadas a practicarla desde la oposición. Lo que realmente angustia es que integrantes de las clases medias (gente educada, de familia, laboriosa, con principios religiosos y valores morales) sean capaces de decir lo que dicen y -más grave- de hacer lo que hacen. Asusta que un buen señor residente de una urbanización se convierta repentinamente en un guillotinador de motorizados, en un pirómano consuetudinario, en alguien capaz de escribir tuits asesinos y de enorgullecerse de ellos.
Es un fenómeno profundamente inquietante que sea "la gente decente y pensante de este país" (como suele decir, irónicamente, la articulista Carola Chávez) la que asuma las actitudes más extremistas, las conductas más riesgosas para la paz y la estabilidad. Podría poner varios ejemplos, pero es mejor que cada uno piense en sus propias anécdotas siniestras, como la de la tranquila vecina del quinto piso, devenida en potencial asesina en serie; o la del habitualmente dulce señor del escritorio de al lado, transformado en experto en decapitar con un alambre.
En estos días que se espera sean de cierta tregua (aunque una parte de los especímenes antes descritos pretenden guarimbear hasta en la playa) ojalá al menos algunas de las personas aludidas rebobinen la película de guerra que han protagonizado últimamente. Si de verdad son gente decente y pensante, algo bueno debe salir de esa reflexión

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