Porque ahora hay inflación y en la época de Néstor no?.
En primer lugar hay que recordar las condiciones en las que se encontraba el país en aquel momento. Un ejercicio que cada vez más argentinos dejan de hacer y se permiten caer en la queja permanente de la mala onda constante.
En aquellos tiempos el país estaba socialmente desbastado, con millones de argentinos en la indigencia, millones en la pobreza y lo peor de todo, un 25% de la población estaba sin trabajo, sin perspectivas de ningún tipo. Esa fue la cuesta que Néstor debió repechar, empezando por recuperar las instituciones que habían sido vaciadas de contenido y cuyo rol había sido utilizado en perjuicio del pueblo, empezando por recuperar la institución presidencial que se había fugado en helicóptero o que se sucedían por día al frente de la Casa Rosada. Y lo hizo poniendo en marcha un modelo de crecimiento con distribución que posibilitara rescatar del oprobio a inmensas franjas de la sociedad que lo habían perdido todo.
Al contrario de lo que había sido la devastación neoliberal, que enriqueció aún más a los ricos y empobreció más a los pobres, no llegando nunca a producirse el derrame engañoso que nunca se ha comprobado en ninguna experiencia del mundo, Néstor empezó por abajo, intentando subsanar lo urgente, es decir, la pobreza extrema y la falta de trabajo. En esa lucha se sabía estaba la recuperación de la dignidad de una sociedad que había sido mansa espectadora del espectáculo farandulesco de los 90 en los que se llevaron todo, vendieron el Estado, sus empresas y fundieron al país vaciando de futuro al pueblo.
La puesta en marcha de esas políticas dio frutos a una gran velocidad. La decisión de renegociar la deuda con la quita más extraordinaria al default más grande de la economía mundial, nos posibilitó quitarnos de encima el monitoreo externo del FMI a quien, además, se le canceló toda la deuda para evitar intromisiones y recuperar nuestra soberanía económica y autonomía política. La economía dejó de estar abierta a la invasión de productos del exterior, que había ocasionado el cierre de 150.000 fábricas y así, se empezaron a reabrir fábricas nuevamente, empezó a solucionarse la falta de trabajo, se puso en marcha una política de subsidios que aumentó la capacidad de consumo y se distribuyeron planes a quienes no tenían nada, ni comida ni trabajo.
Todo ese andamiaje más el bendito aumento del gasto público en obras de infraestructura dinamizó el mercado laboral, más los incentivos económicos y los planes de cobertura social es lo que posibilitó la secuencia más larga e importante de años consecutivos de crecimiento de la historia, a un promedio de casi el 8% anual. La gran diferencia con los años 90 es que este crecimiento en lugar de empinar la pirámide social la ensanchó, agrandó la base social incorporando grandes sectores de la población al consumo y esto produjo una gran demanda que posibilitó que muchas fábricas alcancen niveles de producción cercanos al máximo de la capacidad instalada.
De esa forma se ingresó en una etapa de franco crecimiento con inclusión, con mucha generación de puestos de trabajo, en las que los empresarios veían como les aumentaba la demanda y, a su vez, las ganancias. El problema es que en esa ecuación positiva, producto de la inmensa gimnasia especulativa y la experiencia en descalabros económicos de la historia, a este crecimiento y mejora de la competitividad de la economía, con aumentos importantes también de nuestras exportaciones, no se le correspondió la creación de una burguesía nacional de empresarios capaz de volcar en al país las inversiones necesarias para aumentar nuestra producción de bienes con incorporación de cada vez más valor agregado.
Entonces, se empezaron a dar una serie de hechos simultáneos que podemos sintetizar como sigue: A la vez que se recuperaba el país, se incorporaban cada vez más trabajadores, se reconocían nuevos derechos y se desendeudaba, se iniciaban las primeras maniobras de fuga de divisas. Esto es ganancias extraídas de los salarios argentinos que iban a engrosar cuentas en bancos extranjeros, es decir, que no se volcaban en inversiones en nuestro país a excepción de los fondos que jugadores grandes utilizaban para absorber a competidores más chicos, que a su vez, en gran parte fugaba los fondos adquiridos. Por favor, léete este ejemplo y vas a ver la relevancia con la situación actual:
A principios de 1900, los hermanos Silvio y Luis Benvenuto llegaron a la Argentina y comenzaron con la comercialización de productos importados desde Italia, para luego incorporar la exportación de productos alimenticios desde Argentina hacia Europa. Dicha actividad devino en la fundación de La Campagnola, empresa especializada en la comercialización de conservas de pescado, tomate y frutas.
Benvenuto era dueña de las marcas La Campagnola, BC (mermelada de bajas calorías),Nereida (sardinas) y Poncho Negro (dulce de leche). La empresa fue fundada en 1912 y en 2005 facturaba unos 50 millones de dólares anuales.
Arcor es la mayor fabricante de golosinas de América latina y ha ido creciendo en otros rubros alimenticios. A fines de 2005 firmó un acuerdo de asociación comercial con la panificadoraBimbo que contemplaba la construcción de una planta fabril en México y la distribución de los Bon-o-Bon en ese país. Además, Arcor asumirá la logística de la empresa en la Argentina. Por su parte, Benvenuto –dueña de la marca La Campagnola– era la principal elaboradora y comercializadora de conservas de pescado en el país. Pero no sólo eso, también era competidora de Arcor en el mercado de las mermeladas y dulces.
Al precio de un año de facturación, es decir 50 millones de dólares, Arcor adquirió Benvenuto SAIC, es decir, absorbió a su competidor en el rubro mermeladas y concentró la comercialización de las conservas de pescado. De allí que la fusión en aquel momento implicó lo que hoy se nota tanto como es la concentración que representa un riesgo para los consumidores.
A su vez, en aquellos años se concretaron operaciones que tuvieron consecuencias negativas para el público. Por ejemplo, la fusión de Bimbo y Fargo, derivó en un aumento del precio del pan lactal del 20,5 por ciento en el año. La nueva compañía domina el 79 por ciento de ese mercado. Otra operación contraproducente para el objetivo de fomentar la competencia fue la compra de Quilmes por Brahma, mientras que en el sector de los supermercados se fusionaron Carrefour-Norte y Tía.
Seguimos. También en el sector agropecuario se daba un proceso de recuperación impresionante. En el año 2003 las exportaciones del complejo agroindustrial cuyos jugadores están nucleados en el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) y la Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) alcanzó los 9.450 millones de dólares.
En el año 2012, esa cifra de exportaciones tuvo un meteórico crecimiento y alcanzó los 29.800 millones. O sea, en 10 años aumentaron 3 veces los valores de las exportaciones con el consiguiente aumento del manejo en el ingreso de divisas, focalizado en manos de las 10 empresas cerealeras que concentran las exportaciones del rubro.
Con estos “muchachos” empleados de multinacionales casi todos ellos, estuvo reunido el gobierno hace unos días y volverán a reunirse esta semana ya que al parecer, están un poquito reticentes a liquidar todo lo que están reteniendo de la cosecha anterior en los silo-bolsas con la consiguiente presión sobre el tipo de cambio y las reservas del Banco Central.
Todo esto iba sucediendo sin mayores remarcaciones de precios, mucho menos generalizada. Quienes hoy tienen la capacidad de fijar precios e incidir directamente en el poder adquisitivo del salario estaban, precisamente, forjando y consolidando esa posición dominante que los años de crecimiento les posibilitó ya que una de las prioridades del gobierno fue la de potenciar el consumo como estrategia de distribución del ingreso con inclusión, lo que constituyó el éxito de sus políticas.
Esta configuración de esquema concentrado en producción de bienes primarios y manufacturados que se había iniciado en los 90 y que continuó en esta década, es lo que hoy tiene en pocas manos la fijación de los precios en casi todas las cadenas de valor de los productos que consumimos los argentinos, sobre todo los de la canasta básica.
Esta concentración estructural de productores y exportadores es la que hoy tiene en vilo a la sociedad con los aumentos injustificados de precios porque tienen el poder de decidir los niveles de renta de los que se apropian con el simple hecho de la remarcación en lugar de aumentar sus producciones y mantener rentabilidad por volumen y no por precio, negando así la creación de nuevos puestos de trabajo. De la resolución de esta puja distributiva resultará el nivel de crecimiento de este año, el aumento o freno del proceso inflacionario y la recuperación de las reservas, que son el ahorro de todos los argentinos.
Es por todo esto que cobra enorme sentido la convocatoria presidencial a involucrarnos en defensa de nuestro bolsillo cuidando las compras que efectuamos de manera de no convalidar aumentos injustificados. Y en esto nos va el presente pero dejará sentadas las bases para un futuro que debemos lograr sea promisorio, y no el caos económico al que nos quieren llevar los enemigos de la democracia y del pueblo.
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